El Kari Kari
El Kari Kari apareció en el altiplano en tiempos de la colonia. Se lo relaciona con la figura del sacerdote-jesuita, mercedario, franciscano, llegado con los conquistadores españoles. La tradición rural ha caracterizado a los religiosos católicos como sombrías personas que traían en una mano la Biblia y en la otra el látigo. Eran temidos. Y su proximidad causaba pavor.
Esta figura se modificó paulatinamente hasta llegar al perfil del complejo y misterioso Kari Kari, provisto de una campana que hace sonar constantemente. Su propósito es extraer de sus víctimas el cebo con el que, según la creencia popular, adquirirá poderes sobrenaturales. La veracidad o no de su existencia es algo que los antropólogos aún no han terminado de testimoniar y, por tanto, de aceptar o rechazar. Frases en aymara, como ¡Sarjam Karisiri! (¡vete Kari Kari!), evidencian el temor y popularización de esta aparición, sobre todo, entre los comunarios y migrantes aymaras.
El identikit de este personaje es difícil pues las versiones sobre su aspecto son variadas y contradictorias. En lo que la gente coincide es en su figura humana solitaria, en su rostro escondido y en que anda por ahí robando grasa del cuerpo humano.
Para atacar, antes usaba un cuchillo y era tan hábil que dejaba una fina cicatriz a la altura del abdomen. La víctima caía enferma y, de no encontrarse el origen de su debilidad, llegaba a morir. Hoy se sigue temiendo al Kari Kari. Se afirma que trabaja en los minibuses, aprovechando a los trasnochados que se quedan dormidos. Con una jeringa extrae la preciada grasa.
El tratamiento salvador consiste, se cree en el área rural, en reemplazar la grasa con la de una oveja negra. También hay versiones sobre que el Kari Kari son varias personas: familiares de una víctima que buscan a otra para reemplazar lo robado.
El sueño de quienes ataca el Kari Kari no es normal. Éste lo provoca soplando un polvo que está hecho de huesos de muerto.
Sobre el destino de la grasa humana no hay seguridad. Unos dicen que se usa para hacer perfumes, otros sostienen que el atacante es un monje que usa el producto en extraños ritos. Los incrédulos se burlan comentando que es un tratamiento de liposucción gratuito.
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